Me encanta este pasaje del Evangelio en el que el Señor llama a doce de sus seguidores, de sus discípulos, y los llama a ser sus apóstoles. Me recuerda a la etapa en el seminario, pues era un tiempo que Jesús nos regalaba para estar junto a Él, para conocerle más mejor y, así, amarle también más y mejor. ¡A veces se echa de menos tener tanto tiempo para disfrutar de Él!

Es la dinámica puramente evangélica del ser primero discípulos y luego apóstoles. Y esto no sirve simplemente para sacerdotes, monjas o consagrados de todo tipo, sino para todo fiel cristiano. Va un poco en la línea de lo que rezábamos ayer con las parábolas y el tiempo: la vida cristiana es un camino en la que estamos llamados a crecer y, cuando estemos maduros, poder ser enviados y cumplir con el cometido que Dios quiera para nosotros.

Porque será fundamental pegarnos mucho al Señor, principalmente a través de la oración, la Eucaristía, la confesión, la formación y la dirección espiritual, para preparar el terreno a la acción de Dios. Si le hacemos hueco, Él vendrá a nosotros para hacernos apóstoles y ungirnos para hacer las veces del mismo Cristo. Y no seremos ya ‘sólo’ predicadores, sino que , renunciando a llevarnos a nosotros mismos, le llevaremos a Él, a Jesucristo, en cada instante de nuestra vida. Donde hay un cristiano, dice un himno de la liturgia de las horas, está la Iglesia. Pero, para eso, tenemos que ser buenos discípulos. Recuerda la carta pastoral de don Carlos de hace un par de años: María, discípula misionera. Pues es exactamente eso: ser discípulos para poder ser buenos apóstoles.

Es lo que hicieron san Simón y san Judas, algo que les garantizó algo tan maravilloso como la fidelidad al Señor y, lo que es fundamental, el Cielo, la santidad. Debemos amar este trabajo por el Reino y empeñarnos en imitar a los apóstoles, como esos faros que Jesús nos regaló para que pudiéramos identificarnos con Él. Es verdad que es casi seguro que no querremos morir, como san Simón, aserrado, o, como san Judas, degollado de un hachazo, pero sí es verdad que queremos dar la vida por Cristo. Pidamos a estos dos apóstoles superar los miedos a entregarnos cada día más y mejor a Dios.

PD- No sé si lo sabes, pero santa Brígida dijo que el Señor le recomendó expresamente pedirle favores a san Judas Tadeo. ¡Anímate!