Una vez más, como también veíamos en el Evangelio del lunes, el Señor se pone por encima del Sabbat y cura cuando los fariseos y sus secuaces le habían dicho que no debía hacerlo. Jesús no se cansa de hacer el bien y no duda en hacerse presente allí cuando se requiera.
Dicho de otro modo: Jesús jamás negocia con el bien, como tampoco lo hace con la verdad, con el perdón y demás cualidades que son la definición del amor. Él no mira como los hombres, pegados a la letra muchas veces, sino que es sobreabundancia.
Dicho esto, podríamos preguntarnos si nosotros negociamos con el bien o no. Es decir, ¿hacemos el bien que podemos hacer o muchas veces nos autoengañamos y dejamos de hacer lo que debiéramos hacer en pos de un supuesto legítimo descanso o de la realización de una actividad diferente que en sí no es mala? Si nos fijamos, Jesús siempre elige lo mejor porque elige amar sobre todas las cosas: con todo su corazón, con toda su alma, con todo su ser.
Hay una cosa que a veces se nos olvida, pero que hemos de remarcar: ¡El amor es un imperativo! ¡No es algo opcional! No hay excusas para no amar ni hemos de buscarnos justificaciones a ciertas acciones. Si el Señor nos manda que le amemos y que amemos al prójimo, hemos hacerlo, según lo que Él nos dice. Y punto. Ni sábado ni historias para no dormir. Al bien no se le pone coto.
Por eso hemos de estar muy alerta a ponerle límites a la gracia de Dios pensando que Él no me puede pedir tal o cual cosa porque a mí no me da la gana. Eso le impediría hacer su obra en nosotros, lo cual nos alejaría un poquito del Cielo, que es nuestra única meta.
Acabamos con la última cosa que dice el evangelista: ‘Y se quedaron sin respuesta’. ¡Claro! Cuando hay sobreabundancia de bien no hay respuesta alguna más allá de la admiración de las personas de bien. Pero es que la gente que no es tan buena, en el fondo tampoco tiene más respuesta, salvo la irracionalidad, que es lo que sufrió Jesús en sus propias carnes. Y esa irracionalidad es, en muchos casos, la puerta al Cielo del Cristiano. Por eso, si pasamos haciendo el bien como Él, el futuro será prometedor, pues las puertas de la única vida que merece la pena se nos abrirán de par en par.