Hay quien dice que la oración perfecta es esta: “Padre, en el nombre de tu hijo Jesucristo, concédenos el Espíritu Santo”. Alguno se preguntará por qué. Muy sencillo, en cierto lugar de la Escritura, Jesús, invitando a sus discípulos a pedir con confianza dice literalmente: “si vosotros que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos cuando os lo piden, cuánto más vuestro Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo piden”. Luego, deducimos de esta enseñanza que Dios Padre da el Espíritu Santo, el don de los dones, cuando nosotros se lo pedimos como hijos que confían en su padre. Por otro lado, en el Evangelio de hoy, Jesús nos enseña que cualquier cosa que pidamos al Padre en su nombre, él nos lo concederá: En realidad, lo que está queriendo decir es que el Padre siempre escucha a su Hijo, por eso para pedir con la certeza de que Dios Padre nos concederá aquello que pedimos, solamente tenemos que pedir en el nombre de Jesús su Hijo. En conclusión, si unimos las dos evidencias y construimos una única petición, llegamos a la fórmula que hemos señalado al principio de este comentario.

Pero fijémonos ahora en la enseñanza que Jesús da a sus discípulos hoy. Él tiene conciencia de que su Padre siempre escucha su oración. Por tanto, si cuando nosotros oramos, Dios nuestro Padre puede reconocer la voz de su Hijo, el corazón de su Hijo en nosotros; sin duda alguna nos concederá aquello que pedimos. Así pues, este es otro de los significados y bienes que nos aporta la resurrección del Señor. Ahora, por el don del Espíritu Santo, Cristo, el Hijo de Dios, habita en nosotros, los creyentes, de tal manera que sucede el milagro que antes apuntábamos: la oración deja de ser algo particular y personal para convertirse en algo universal y eclesial. “Ya no soy yo quien pide, es Cristo quien vive en mí”, podríamos decir parafraseando al apóstol Pablo. Por eso qué grande es la resurrección de Cristo y qué maravilloso el don del Espíritu, que nos hacen ahora unirnos a Cristo, mediador entre Dios y los hombres, y poder presentar por medio de oraciones y súplicas al Padre, con la certeza de ser escuchados.

No dejemos pasar en este sábado del mes de mayo, la oportunidad de rezar a Dios por medio e intercesión de María, su madre, hija y esposa. ¿Qué nos puede negar Dios si nuestro oración es la oración de Jesús y está recomendada por el amor de su Madre?