Hace mucho que no hablo de mi rotura de tibia y peroné. La verdad es que ya está bastante bien, he terminado la rehabilitación, ando mucho todos los días y, aunque todavía duele y se inflama el tobillo, está muy recuperado. Yo hago caso a mis médicos y hago lo que ellos me dicen, porque si hiciera caso a todos los consejos caseros que me dan creo que ya hubiera perdido la pierna: vinagre caliente, friegas de aceite, gimnasia con cintas elásticas…, mil consejos distintos pero no sé por qué prefiero seguir haciendo caso a los médicos. Confío en que ellos también quieren que me cure lo mejor posible.

«Hermanos, desde los primeros días, como sabéis, Dios me escogió entre vosotros para que los gentiles oyeran de mi boca el mensaje del Evangelio, y creyeran. Y Dios, que penetra los corazones, mostró su aprobación dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe. ¿Por qué provocáis a Dios ahora , imponiendo a esos discípulos una carga que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido soportar? No; creemos que lo mismo ellos que nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús.» Estos días escuchamos lo que se llama el primer concilio de Jerusalén. Pablo y Bernabé acuden a Pedro y al resto de los apóstoles sobre la controversia de circuncidar o no a los gentiles. (Gol de Falcao en el minuto 6). Para esto Pablo y Bernabé tuvieron que hacer un viaje no exento de peligros y otro para llevar la respuesta. Sin embargo van a preguntar a la Iglesia, no deciden por consenso cuál es la verdad que más les gusta ni se imponen los más fuertes. Hoy, que estamos a un click de cualquier parte del mundo seguramente hubiéramos acabado en ruptura y división por no escuchar a Pedro.

Tengo pocos convencimientos claros y seguros, pero uno de ellos es que la Iglesia es Madre y nos quiere bien, que no quiere amargarnos la existencia ni cargar sobre nuestros hombros cargas inútiles y pesadas. “Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor”. Y que cualquiera que se arroga el poder de decidir sobre la vida de la Iglesia, sus dogmas y su moral, sin tener el carisma y la asistencia del Espíritu Santo para ello, acaba poniendo cargas insoportables sobre los hombros de los demás. Muchas veces he visto a sacerdotes presumir de democráticos y aperturistas hasta que les han llevado la contraria y entonces se convierten en los peores dictadores donde la única razón es “porque lo digo yo”. Prefiero mil veces no entender algo que me dice la Iglesia y dedicar cuatrocientas horas a formarme bien para entender el por qué, que aceptar algo que va positivamente contra la Iglesia pero me parece más cómodo…, pues al g¡final será aguijón que se me clava en el alma y no me deja dormir o lo usaré como arma arrojadiza contra la verdadera alegría que Cristo pone en nuestros corazones.

Ahora que un famoso (o famosillo, ya no lo sé), locutor de radio español habla de las virtudes de la reforma y de lo malísimos que somos los que seguimos la contrarreforma me gustaría leer un artículo suyo sobre lo buenísimo que ha sido para la historia protestante el dividirse en cientos de grupos, grupitos, grupúsculos y grupetes por no tener cabeza (en todos los sentidos que a la expresión “no tener cabeza” le queráis dar).

La Virgen es Madre de la Iglesia, que ella nos ayude con la gracia del Espíritu Santo a escuchar ala Iglesia con el mismo interés y atención con que ella escucha a su Hijo.