Va a cambiar el tiempo. Lo noto perfectamente en mi pierna y además he consultado la previsión meteorológica para estos días. Después de unos días de calor asfixiante vendrá algo de lluvia justo para las primeras comuniones del sábado. Todos contentos, menos las madres de las primeras comuniones (a los padres también les fastidia, pero no lo demuestran). Como dice el refrán: “Nunca llueve a gusto de todos”.

«Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada.» Dinero no habrá en mi parroquia, pero embarazadas, futuras embarazadas y pasadas embarazadas hay a patadas. Cada vez que una da a luz aparecen otras tres con la noticia de su estado de buena esperanza. Y vemos todos sus estados: alegría, malestar, vómitos, indiferencia, cambio de carácter, cambio de cuerpo y otra vez vuelta a su estado habitual pero empujando un carrito. Todas presumen de su criatura, son buenas madres. Se ve que el Señor conocía bien la condición humana y así ponía las comparaciones. La tristeza y la preocupación nos vendrán muchas veces, pero se convertirán en alegría. El mundo muchas veces no sabe lo que es la alegría y por eso tampoco sabe lo que es la tristeza. Muchas madres miran su futuro hijo con tristeza, como un problema, y van a abortar sin darse cuenta que se están privando de vivir nunca más la alegría. Otros ponen su alegría en el dinero y en tiempos de crisis piensan que nunca más llegarán a ser felices, o al menos se les escapan todos los momentos de felicidad que pasan a su lado y sólo hablan de problemas. Y los más tristes, ponen su alegría en el quedar bien y están permanente nerviosos por si acaso dicen algo inconveniente. Son los que viven esa frase de Groucho Marx: “Estos son mis principios y si no le gustan tengo otros”.

El Obispo de una diócesis limítrofe con la mía hizo una homilía expresando el pensamiento moral de la Iglesia en algunos temas. No gustó. Desde entonces ha sido denigrado, insultado, ofendido y ninguneado. Ahora el Ayuntamiento quería negarle la invitación a actos públicos organizados por el consistorio y algunos partidos políticos han dicho que no irán a los actos a los que asista el Obispo. También amenazan con cobrar más impuestos y un montoncillo más de zarandajas que se les irán ocurriendo. Si hubiera sido un político hubiera corrido a un micrófono a decir que se le había entendido mal, que el micrófono no funcionaba, que cómo iba él a pensar eso, y un montón de excusas. Pensarían que atacando a un Obispo por defender la fe de la Iglesia se iba a retractar, o que sus hermanos Obispos dirían que se había pasado, y que condenándole al ostracismo repensaría sus palabras. Pero a lo primero es que la Iglesia está acostumbrada a caer mal -cayó mal Cristo-, y a lo segundo todos sabemos que un cristiano nunca está solo si está con Dios. Por lo cual me imagino que el Obispo estará triste por tanta gente que rechaza la moral de la Iglesia, pero está conociendo la verdadera alegría.

La Virgen nuestra Madre no es una mujer sola ni triste, en ella todo es alegría, en sus manos ponemos a toda la humanidad. El tiempo seguro que va a cambiar, llegarán los tiempos de Cristo.